Por Daniel Olivera
A más de un mes de la final de la copa del mundo, todo se ha apaciguado. Muchos son los que siguen festejando, agradecidos por el gran triunfo que nuestros jugadores le dieron a todo un país que los alentaba desde cada hogar. Pocos son los que recuerdan el partido debut de nuestra selección.
Luego de la derrota contra Arabia Saudita, parecía que casi estábamos afuera del mundial, ¿cómo podríamos llegar a ganarles a todos los demás? Ya habíamos perdido, ¿qué podíamos esperar?
El sufrimiento era normal, el desaliento aparecía y muchos pensaron que el mundial se terminaría pronto para esta selección.
¡Qué gran sorpresa que nos dieron estos jugadores! De a poco se fueron afirmando y ganando el terreno que habían perdido. ¡Qué jugadores! ¡Qué talento!
Ellos se levantaron de la derrota y decidieron seguir, dándolo todo y buscando alcanzar la meta señalada.
Esta situación me hace acordar a la vida de Juan Marcos (escritor del Evangelio de Marcos). Él salió a jugar en primera, con un súper equipo, el de Pablo y Bernabé.
Hechos 13 nos relata el primer viaje misionero, donde Juan Marcos acompañó a Pablo y Bernabé como ayudante, pero, luego de un tiempo, en el mismo capítulo (v.13), nos encontramos con que este deja el equipo y se vuelve a Jerusalén.
¿Qué te pasó Juan Marcos?
No sabemos a ciencia cierta qué sucedió con él, pero lo que pasó fue algo que marcó un antes y un después en la vida de este muchacho.
Si miramos lo que sigue narrando el libro de los Hechos de los Apóstoles, no parece que la misión se hubiera afectado por la decisión que tomó Juan Marcos de abandonar al grupo y volverse, pero sí podemos ver que le afectó a Pablo en lo personal. Lo vemos cuando, al emprender el siguiente viaje misionero, Pablo y Bernabé terminan separándose, ya que Pablo insistía en no llevar a Juan Marcos a este viaje y Bernabé estaba convencido de que quería que fuera con él.
Si la historia del muchacho terminara ahí, solo podríamos ver un enorme fracaso en su vida y pensar que su decisión lo condicionó a quedar sin oportunidades de servir en la obra de Dios.
Poco tiempo después, vemos al mismo Pablo recomendando que reciban a Juan Marcos, porque él lo enviaba a los de Colosas (Colosenses 4:10) y pidiéndole a Timoteo que lo traiga para servir en el ministerio (2 Timoteo 4:11). Por otro lado lo tenemos a Pedro, que reconoce a Juan Marcos como su hijo espiritual (1 Pedro 5:13). También la tradición nos indica que fue Juan Marcos el que escribió el Evangelio.
Aunque al principio tuvo un tropiezo grande, Dios lo guió a levantarse y empezar de nuevo.
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef. 2:4-7).
Dios es rico en misericordia, tanto que tenemos una nueva cada mañana (Lamentaciones 3:22-23). Pero no podemos disfrutar de la misericordia de Dios estando lejos de Él.
Dios nos quiere cerca (Zacarías 1:3), nada bueno podemos hacer por nosotros mismos. Es Cristo operando en nuestras vidas quien nos hace triunfadores (Juan 15:5), ganadores para la eternidad. Es solo por medio de Cristo que tenemos fuerzas para vencer (Filipenses 4:13) y podemos llegar a la meta como ganadores.
¿Te tropezaste? ¿Te falta ánimo? ¿Piensas que ya no puedes lograrlo?
Acuérdate de Juan Marcos, él también empezó con tropiezos, pero se aferró a Dios y terminó como un ganador. Tú también puedes ser un campeón.