

Cada vez que los marinos se saludan para despedirse, tienen mutuos buenos deseos el uno para con el otro, con frases que son propias de aquellos que manejan el arte de navegar.
Una de las más comunes es: “¡Que tengas siempre un pie de agua bajo la quilla!”.
Debemos explicar algunas de estas palabras, como generalmente pasa con la terminología marinera en cuanto se sube a un barco, pues las palabras cambian, y a la derecha se llama estribor; a la izquierda, babor; a la parte de adelante, proa; y a la de atrás, popa. Y así con otras cosas como con las medidas, y en este caso, un “pie” es equivalente a 33 cm. Y la “quilla” es la parte más baja del barco.
Con esta expresión lo que se quiere desear es «que el agua bajo tu barco siempre sea la suficiente para poder navegar sin inconvenientes, aunque tengas la mínima cantidad».
El agua es una sustancia bastante común en la Tierra y el sistema solar, donde se encuentra principalmente en forma de vapor o de hielo. Es indispensable para el sustento de la vida.
El agua cubre el 71 % de la superficie de la corteza terrestre. Se localiza principalmente en los océanos, donde se concentra el 96,5 % del total.
La Biblia la menciona en su primer capítulo (Génesis 1:6) diciendo que en el segundo día de la creación “… dijo Dios: haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas”. Este punto marca la creación misma de nuestro planeta, para que al día siguiente estas aguas se juntaran en el lugar que se llamaría “mares”, y lo seco, “Tierra” (Génesis 1:9-10).
Al analizar todo el proceso de la Creación, vemos una lógica que la ciencia misma ratifica, pues sin agua no puede haber vida.
Así, podríamos rápidamente pasar a dar las razones que justifican la necesidad del mar en nuestros días, como:
- Fuente de producción de recursos alimentarios, minerales y de energía.
- Vía de transporte y comunicación.
- Regulador bioclimático.
- Espacio de Soberanía para los países.
Pero al volver a la Biblia, ya en su Nuevo Testamento, Jesús vio que hay algunas circunstancias que son claves para ver cómo “el agua” será el centro de su mensaje a las personas como un elemento vital y con relación a su efecto sobre su vivir.
El primero está en el Evangelio de Juan (Cap. 4:1-42). Allí se ve que Jesús, por medio del ofrecimiento del agua a la mujer samaritana, por la que no volvería a tener más sed (jamás: hasta la eternidad), sacó a la luz la sequía espiritual y social de aquella persona, sirviendo de enlace para poder dar saciedad a sus necesidades, a tal punto que la libró de sus temores de relación para dar testimonio a su pueblo, diciendo que había hallado la solución a sus temores y fracasos, y que además lo quería compartir.
El segundo caso lo encontramos en el mismo libro de Juan (Cap. 7:37-39). La misma oferta de Jesús, ahora más directa y personal a sus oyentes: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Pero lo más interesante es el efecto inmediato: “de su interior correrían ríos de agua viva”. Inmediatamente, entendemos y hasta llegamos a visualizar el ejemplo de lo que produce el creer en Jesucristo como Salvador personal.
Tenemos en Cristo un agua eterna y de tal magnitud que hasta nos salpica su presencia. Incluso nos ayuda a tener la suficiente para navegar por este mundo sin temor a una varadura, expresión que delata detener nuestra embarcación por falta de agua.
Podemos parafrasear el buen deseo marinero diciendo: “¡Que tengas siempre el estar rodeado de Jesucristo en tu vida, de modo que puedas navegar por este mundo sin inconvenientes!”.
GUSTAVO ARDUSSO, Licenciado en Sistemas Navales, ha estado en la Armada Argentina por 38 años, retirándose como Capitán de Navío de Infantería de Marina, habiendo cubierto distintos cargos como Comandante de Unidades, Misiones de Paz de la ONU, y otras funciones significativas en el país y el extranjero. Actualmente, es uno de los pastores de la Iglesia de Bahía Blanca, con Maestría en Teología y Seminarios de Apologética Bíblica y Liderazgo HAGGAI. Lleva adelante, con su esposa Adriana, la presentación interactiva «Titanic Más Allá del Naufragio«.