Una de las mejores películas de época, acerca de la navegación a vela a principios del siglo XIX, es Capitán de mar y guerra. Se puede perfectamente describir por cada imagen que no se dejó detalle al azar: desde la estricta disciplina a bordo de un buque inglés, que con la tradición del Almirante Nelson persigue a buques franceses, al tiempo que registra todo lo necesario para que la ciencia y la geografía no descubiertas sean buscadas por las frías aguas del Atlántico hasta llegar al paralelo del Ecuador, en las Islas Galápagos, con sus exóticas especies por el Pacífico.
Tantos avances de relativa modernidad y desafíos se interrumpen, de tanto en tanto, con viejas costumbres que echan la culpa de los infortunios a la maldición que traía un hombre de la tripulación, presente en todas las desventuras. Enseguida, la murmuración de los más viejos asusta a los más jóvenes, llevando a caratularlo como el “Jonás a bordo”, y este hombre no puede soportar tal acoso psicológico, decidiendo quitarse la vida.
De la vida en el mar, he podido ver cómo las tradiciones se respetan, por protocolo y ceremonial las reglamentarias; pero hay otras no escritas y que van un poco unidas a esa idea de la superstición o a los problemas que puede traer desobedecerlas. Recuerdo que se comentaba que en los buques de guerra, hasta principios de los 70, a las mujeres no se las embarcaba por ser de mala suerte. Sin embargo, desde 1980 empezaron a incorporarse mujeres a la Armada, con la que se tuvo que cambiar la postura que era parte de esa cultura.
En la Biblia, el libro de Jonás nos presenta todas las costumbres de aquellos marinos (Cap. 1). Pese a ser una de las regiones como era la de los fenicios, con barcos y tripulaciones de las mejores cualidades y calidades para una larga navegación, como se esperaba cruzar todo el Mediterráneo hasta Tarsis (España), en cuanto vino una tormenta ingobernable para la embarcación, y dando por perdida la esperanza de sobrevivir, se buscó la “suerte” (v. 7) para saber quién era el culpable. Allí se presentó una persona como responsable, que dormía porque estaba ya agotada por su carga: la desobediencia a Dios. Y este era Jonás.
La acción que postula Jonás para salir de los efectos del temporal era arrojarlo a él al mar, pues su desobediencia a lo ordenado por Dios, dado que él no lo compartía, lo llevaron a escapar y a tener que pagar con su vida para dar paz a los allí embarcados.
Primero, sus oyentes se negaron , pero luego asintieron, arrojándolo con mucho temor, bastante menor al que tuvieron cuando, sorprendidos, vieron que se calmó la tormenta. Allí reconocieron al verdadero Dios como su benefactor por encima de cualquiera de los otros dioses a los que habían invocado, las supersticiones y sus costumbres.
“Así que tomaron a Jonás, lo lanzaron al agua y la furia del mar se aplacó. Al ver esto, se apoderó de ellos un profundo temor al Señor y le ofrecieron un sacrificio e hicieron promesas” (Jonás 1:15-16, NVI).
La historia de Jonás nos invita a hacer otro artículo, pero hasta aquí quiero quedarme con la lección de los marinos salvados, en primer lugar, del temporal, pero eternamente por la lección vivida al encontrarse con el verdadero Dios, a quien pusieron por sobre cualquier otra opinión e idea de salvación.
“En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” (Romanos 5:1-2, NVI).
Hoy también tú, estimado lector, puedes decir que si tienes a Cristo como tu salvador personal y lo declaras Señor, podrás experimentar la calma después de la tormenta, que te permite llegar al puerto eternal.
GUSTAVO ARDUSSO, Licenciado en Sistemas Navales, ha estado en la Armada Argentina por 38 años, retirándose como Capitán de Navío de Infantería de Marina, habiendo cubierto distintos cargos como Comandante de Unidades, Misiones de Paz de la ONU, y otras funciones significativas en el país y el extranjero. Actualmente, es uno de los pastores de la Iglesia de Bahía Blanca, con Maestría en Teología y Seminarios de Apologética Bíblica y Liderazgo HAGGAI. Lleva adelante, con su esposa Adriana, la presentación interactiva “Titanic Más Allá del Naufragio“.