3 de Noviembre 

Los gadarenos le pedían ni más ni menos que al Señor Jesús que se alejara de ellos. ¡Qué tragedia! Cada vez que leo esta historia en Marcos 5, esta frase me estremece. ¿Cómo fueron capaces de hacerlo? Vieron al hombre que había estado endemoniado, vestido y en su juicio cabal sentado junto a Jesús… y tuvieron miedo. ¿Por qué? ¿Acaso pensaban que la presencia de Jesús era demasiado revolucionaria? Sea como fuere, Él había liberado a un endemoniado que les había estado ocasionando muchos problemas. Por supuesto que les inquietaban los cerdos que se habían precipitado al mar y se habían ahogado, y todo este asunto los sacaba de su rutina. ¿Pero era esta una razón para apartar a Aquel que también los podía salvar a ellos? ¿Qué sucede en su vida? ¿Teme usted dejar entrar a Jesús a la suya porque Su presencia podría resultar demasiado revolucionaria? Es cierto, Él quiere cambiar radicalmente su vida, pero para bien. Él quiere quebrantar lo viejo, aquello que lo mantiene atado, y crear algo nuevo. ¡No tema! No lo rechace. No se inquiete si su vida cotidiana sale de la rutina. Otra ilustración nos la dan las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaum. En ellas Jesús obró grandes milagros. En este caso, el Señor no fue desterrado después del primer milagro. A pesar de eso, no creyeron en Él y tuvo que hablarles con palabras muy duras. Cuando experimentamos la obra de Jesús en nuestra vida, ¿qué hacemos con ello? ¿Crece en nosotros un fruto que se multiplica? Permitamos que la “ciudad” de nuestra vida nunca se convierta en un triste e infructuoso desierto. No desechemos a Aquel que aún hoy nos sigue hablando. 

Por Stefan Hinnenthal