“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos”.
Salmos 32:8
Estamos yendo en carro hacia una localidad desconocida. Nunca transitamos este camino. La única orientación la obtenemos por un mapa y por los carteles a la orilla del camino. Tenemos la dirección anotada en un pequeño pedazo de papel. No tenemos mucho tiempo y, por si fuera poco, nos encontramos en medio de un embotellamiento de tránsito. El mapa lamentablemente no había dado aviso de esto. ¿Cómo podría hacerlo? A veces también nos pasa lo mismo a nosotros en nuestro seguir a Jesús. Seguir a Jesús no significa tener la información completa acerca de todas las cosas. Él no nos dice lo que vendrá mañana. No nos explica todos sus propósitos para nuestra vida con él. Sí, Jesús en muchos ámbitos de nuestra vida de fe nos deja en la incertidumbre. Mediante su Palabra, la Biblia, conocemos la meta, pero el camino que nos lleva a ella –metafóricamente hablando, los embotellamientos, los desvíos y los problemas– no lo conocemos de antemano. Una cosa, sin embargo, sabemos con toda certeza: Jesús siempre está a nuestro lado. La Biblia dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Y en otra parte leemos: “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano” (Salmos 139:5). Como cristianos no tenemos un mapa exacto, tampoco una garantía de bienestar, seguridad y riqueza, sino únicamente la promesa de Jesús de estar siempre y en toda circunstancia a nuestro lado: “…estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Confiemos en esto, sea a donde fuere que nos conduzca nuestro camino. Por eso, llenos de alegría, podemos entonar aquella canción: “Aunque desconozca el camino, tú lo conoces bien, eso apacigua mi alma”.
Por Samuel Rindlisbacher