“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.
Juan 12:24
Estas palabras de Jesús contienen el programa de servicio que Él se había propuesto y que va en contra de las aspiraciones humanas de fama y reconocimiento. La popularidad de Jesús había crecido tanto que hasta los peregrinos del extranjero preguntaban por Él y lo querían ver. Cómo nos hubiese halagado esto a nosotros de haber estado en su lugar. Pero el sentir de Jesús fue expresado en estas profundas palabras del versículo del día. El Señor a lo largo de toda su vida murió a sí mismo. No pensó en sí mismo, sino en nosotros cumpliendo de esta manera la voluntad de Dios. Sufriría y moriría como nuestro sustituto: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Se negó al modo de pensar sensacionalista para no desviarse del camino que trae frutos eternos. Este fue el más profundo de los misterios de Jesús. El grano de trigo destinado a ser sembrado para llevar fruto no puede ser comido al mismo tiempo. Jesús aplica este principio a las personas que lo quieren seguir: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (v. 25). Cierta vez alguien comparó esto acertadamente con una mariposa cuando sale de su capullo. Si alguien intenta ayudar al pequeño y agotado animalito a salir de allí, tendrá como consecuencia que la maravillosa mariposa perezca penosamente, porque su fuerza vital no se ha desarrollado en su plenitud. Esta senda –del sufrimiento a la gloria– es el secreto de una vida de fe bendecida y fructífera.
Por Fredi Winkler