“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos”.
Juan 15:15
¡Gocémonos de todo corazón por estas palabras! No obstante, como en otros pasajes de la Escritura también, es necesario contemplar estas palabras en su contexto para que no las interpretemos de manera parcial. Pero en cuanto al contenido de ellas, realmente nos hallamos ante una maravillosa verdad: ¡somos amigos de Jesucristo! ¡Jesús mismo lo dijo! Sin embargo, ser amigos de Jesús no es algo que se dé naturalmente. En el versículo anterior, o sea, el versículo 14, el Señor dice: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”. La expresión “os he llamado amigos” está ligada indiscutiblemente a la premisa “si hacéis lo que yo os mando”. Ojalá como cristianos contempláramos y afirmáramos más esta verdad, pues lamentablemente vivimos en una época de proclamación de un evangelio unilateral. Una y otra vez se enfatiza: Dios es bueno, Dios es misericordioso, Dios es perdonador –¡naturalmente que lo es! Pero ese solo es un lado del evangelio, puesto que el amor de Dios, su misericordia y su voluntad de perdonar proceden de lugar donde también tienen cabida su santidad, su justicia y su eterno poder. Por eso la Escritura no solo dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:16), sino que también menciona: “Dios es santo” (Salmos 99:9). Que en este día esta realidad penetre en nuestra vida con nuevas fuerzas. Pedro escribe: “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15).
Por Marcel Malgo