“Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones”.
Filemón 4
Pablo fue un hombre que tuvo muchas responsabilidades, tareas y cargas. Experimentó grandes bendiciones, pero también conoció muchos obstáculos y pruebas. Estaba en la cárcel cuando le escribió a Filemón. Pero el apóstol no permitió que estas tareas importantes lo separaran de la más importante: la vida de oración. Lamentablemente, hay cosas que a menudo nos pueden llegar a distraer en nuestra vida de oración, ya sea el trabajo que “sí o sí” tiene que ser realizado, o una preocupación repentina, o que justo no estamos con el mejor ánimo. Lo bueno puede volverse la mejor carnada del enemigo. Si no establecemos prioridades, corremos peligro de poner algo importante ante lo más importante. C.S. Lewis notó: “La nube de mosquitos de las preocupaciones y decisiones a tomar en las siguientes horas ha estorbado más a mis oraciones que cualquier pasión o deseo”. Pablo en sus oraciones pensaba más en quienes conocía que en sí mismo. Respecto a estas, dice: “…haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones”. En nuestro caso, tal vez debería decir: “…haciendo siempre memoria de mí en mis oraciones”. ¿No seremos muy egoístas en nuestras plegarias? Cuando Pablo recordaba la vida de Filemón y su entrega al Señor, el recuerdo lo llevaba a la gratitud. Este hombre fue un trofeo de la gracia de Dios, un amigo, hermano y colaborador, tal como uno desearía que fuera. ¿Nosotros somos de aquellos que recuerdan positivamente a otros, que se gozan por la entrega y el servicio de estos? Y viceversa: ¿somos de aquellos que cuando otros nos recuerdan pueden dar gracias y alabar al Señor?
Por Norbert Lieth