“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Filipenses 1:6
Dios alcanza la meta con nosotros. Esta constante se traza a través de toda la Biblia. Si lo tengo presente, recibo aliento para seguir a Jesús, aliento para olvidar lo pasado que ha quedado debajo de la cruz y aliento para extenderme únicamente hacia Jesucristo. Entonces también tengo aliento para animarme a vivir cada día con Jesús. Con esta perspectiva puedo iniciar cada nuevo día con un corazón gozoso. Esto es elixir para mi vida, fuerza para el camino y esperanza en medio de la oscuridad de estos tiempos. Si observamos a las personas con las que Dios escribió su historia, somos alentados. Justamente estas personas confirman que hay esperanza para cada uno de nosotros. ¿Pero cómo eran los hombres y las mujeres de la Biblia? Ninguno de ellos fue perfecto. Rahab, por ejemplo, la bisabuela de David, fue prostituta. Pablo, el así denominado “gran” apóstol, fue perseguidor de los creyentes en Jesucristo y hasta asesino. Abraham, al cual llamamos “padre de la fe”, vendió en dos oportunidades a su mujer con tal de salvar su propia vida, y Pedro, sobre cuyo testimonio el Señor Jesús edificó la Iglesia, se hizo culpable de perjurio. Todos ellos, al igual que nosotros, cargaron culpas sobre sí. Pero para Dios no hay descalificados debido al carácter o al pasado. Él hace nuevas las cosas. Dios utiliza a toda persona que con total entrega le confía su vida. Lo único que debemos hacer es permitir que Jesús haga su obra en nosotros. Pues así lo dice la Biblia: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Por Samuel Rindlisbacher