“Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?”.
2 Samuel 9:1
Estas fueron las palabras que proclamó el rey David cuando comenzó a reinar sobre todo Israel, y fueron palabras de amnistía general hacia toda la casa de Saúl. Había un hijo de Jonatán, de nombre Mefi-boset. Este hombre estaba lisiado de ambos pies. Pero precisamente a él le fue demostrada una especial misericordia, pues a partir de ese momento podía comer a la mesa del rey. Mefi-boset, sin embargo, aun después de la amnistía permaneció lisiado. En 2 Samuel 9:13 leemos: “Y moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies”. Gracias a la mayor amnistía de todos los tiempos –la muerte de Jesús sobre el Gólgota– se nos permite a nosotros estar en diaria e íntima comunión con nuestro Padre del cielo, así como Mefi-boset pudo disfrutar de un trato diario con el rey David. Pero de la misma manera como Mefi-boset permaneció siendo un lisiado, así el hecho de que seamos hijos de Dios no varía en nada el hecho de que nuestra carne sea carne corrupta, nuestro carácter, un carácter marcado por la caída del hombre en pecado y nuestro legado humano sea todo menos piadoso. Resumiendo: somos y permaneceremos en este sentido “lisiados de ambos pies”. ¡Pero que esto no nos desanime de ninguna manera! Pues mientras estemos a la mesa de nuestro gran Rey, mientras procuremos día a día mantener un íntimo trato con nuestro Salvador, es justamente esta comunión con él la que nos hace en todo vencedores. Dice la esposa en Cantares 1:12: “Mientras el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor”. Para nosotros esto significa: mientras tengamos comunión con el Rey, seremos un grato perfume.
Por Marcel Malgo