“Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. (…) Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. (…) Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. (…) Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.
Efesios 5:21-22, 25; 6:1, 4
¿Ya notamos cuán equilibradamente habla la Biblia sobre los diferentes niveles de relacionamiento? El hombre debe ser cabeza, pero amar a su mujer. La juventud debe obedecer a sus padres, pero a su vez estos no los deben provocar. Los conflictos de relacionamiento son una gran dificultad. ¿Cómo podemos sanar heridas y volver a entablar relaciones? La Biblia tiene una respuesta. Debemos reconocer sujeciones estructurales e internas.
Dios ha establecido distintas áreas de responsabilidades, en las cuales cada uno tiene que ocupar su lugar y afirmarlo. El padre como cabeza de hogar debe ser totalmente padre y la madre totalmente madre.
Independientemente del rol de cada uno, la relación básica debe ser de sujeción interna y mutua. “Unos a otros” no solo significa que la mujer debe sujetarse al marido, sino también que el marido se entregue a ella. Su amor, que es comparado con el de la entrega de Cristo, es solo otra palabra para decir sujeción. Así, en el temor de Cristo, unos a otros deben sujetarse y entregarse de corazón. Si esto no se pone en práctica, inevitablemente habrá problemas. La mujer no podrá aceptar al marido como cabeza, o los hijos obedecer a sus padres. El hombre se vuelve un déspota, la mujer se emancipa y los hijos nunca aprenderán del ejemplo de los padres cómo llevar adelante una amistad o una pareja. Amor y mutua sujeción son el fundamento espiritual sobre el cual prosperan las relaciones.
Por Eberhard Hanisch