“¿Qué queréis que os haga?”.
Mateo 20:32
Camino a Jericó, Jesús le hace esta pregunta a dos ciegos. Ellos responden: “Señor, que sean abiertos nuestros ojos” (versículo 33). La petición más importante de estos ciegos seguramente era la vista natural. Pero el sentido más profundo de la pregunta de Jesús se refirió a la ceguera espiritual. Aún hoy día sigue siendo así. Jesús de Nazaret se detiene ante nosotros, ¿cuál es nuestra respuesta?
Nuestra visión espiritual a veces es tan limitada que no nos damos cuenta de que es el Señor quien está ante nosotros. Vemos de todo, menos lo esencial. Falta poder ver la gloria de nuestro Señor.
Nuestros ojos están abiertos para las cosas de este mundo. Vemos aquello que quisiéramos tener. Vemos aquello que tiene nuestro prójimo y nosotros no. Pero no vemos al Señor. Sin lugar a dudas, falta seriedad en nuestro andar cristiano. La declaración “Seguid (…) la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14) está en directa relación con nuestra ceguera espiritual. Cuando a los dos ciegos les fueron abiertos los ojos, leemos: “…y le siguieron”. Qué cosa podría ser más maravillosa que el hecho de que esto se volviera una realidad en nuestra vida: “…recibieron la vista; y le siguieron” (versículo 34).
Comenzamos a seguir a Jesús a partir del momento en que lo reconocemos. ¿Sus ojos están abiertos para Jesús? Cada día hay una nueva oportunidad de tener un encuentro con Él. El camino entre Jericó y Jerusalén ilustra el camino de nuestra vida. Nos encontramos con muchas cosas en esta senda –también con Jesús. ¿No sería bueno volver a verlo, pero verlo a Él y solo a Él?
El Señor se detiene frente a nosotros y nos pregunta: “¿Qué queréis que os haga?
Por Peter Malgo