“Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios”.
2 Corintios 8:5
Pablo quedó gratamente sorprendido con los cristianos de Macedonia durante la colecta para los pobres de Jerusalén. En vez de que él, como lamentablemente sucede en ocasiones, los tuviera que empujar como a “carretillas” y exhortar a actuar, estos creyentes se habían involucrado con ahínco y gran entrega en la obra del Señor.
Tenemos dos planos: uno vertical, es decir, de arriba hacia abajo, que es nuestra relación con Dios; y otro horizontal, que es nuestra colaboración y trabajo con otros hermanos en la fe. Es allí donde comienzan las dificultades. Hay mucha crítica, y el individualismo tan propagado en el mundo va adquiriendo espacio también en las congregaciones. Pero un verdadero seguidor de Jesús debería mostrar el sentir de su Maestro y desarrollar la voluntariedad de servir. Eso, si utilizamos las imágenes de la Biblia, significa inclinar la cerviz. Es una expresión campesina que se refiere a la colocación del yugo en los animales de tiro (bueyes o asnos). En vez de rebelarse o dar coces, un buen animal de carga permanece tranquilo para facilitarle a su señor la colocación de los arneses.
O sea que no solo nos debemos entregar al Señor, sino que también lo debemos hacer en el plano humano, de manera que tengamos comunión con otros cristianos y podamos trabajar juntos. Solo así puede funcionar una congregación o emprender acciones especiales. ¿Estamos (aún) dispuestos a hacerlo? ¿O nuestro plano horizontal se encuentra cerrado, obstaculizado o totalmente resquebrajado? Dios quiere que nos volvamos a entregar completamente a Él, con todo lo que somos y tenemos.
Por Reinhold Federolf