“Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”.
Proverbios 23:26
Es lamentable que el corazón de muchas personas permanezca imparcial y vacío, pese a haber estudiado bien en las clases de Biblia y a comprender y afirmar las verdades acerca de la Navidad y la Pascua. Gracias a una buena educación, aparentan llevar una buena vida. Cuando la Biblia habla acerca del corazón, no se refiere al órgano que bombea la sangre, sino al centro de mando de nuestra vida. Desde el nacimiento la condición es mala, ya que separados de Dios por el pecado vivimos en el terreno de la influencia de Satanás. Día a día se amontona más pecado en el corazón, la culpa ante Dios se vuelve cada vez mayor. Aquí entra el ofrecimiento del evangelio. El Señor Jesús le ofrece a cada persona sus servicios como “cardiólogo”. Él perdona todos los pecados, pero pide: “Dame (…) tu corazón”. El Señor quiere más que algunos lindos pensamientos sobre la cristiandad o el aprenderse de memoria la declaración de fe. Quiere ser realmente el Señor de nuestra vida. Quiere controlarla, pues nos ama y tiene las mejores intenciones para con nosotros. Por eso esta doble exhortación: “…y miren tus ojos por mis caminos”. El Señor pretende nuestro corazón, nuestro amor y nuestra confianza en Él y quiere llevarnos de la mejor manera hasta la meta máxima. Todos nuestros caminos fueron preparados por Él, los de cada hijo de Dios fueron confeccionados personalmente y por eso podemos transitarlos con seguridad. Antes que comencemos este día, encomendemos conscientemente nuestro corazón en sus manos para que Él nos pueda guiar y utilizar en el mismo.
Por Dieter Steiger