“Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová”.
Éxodo 12:11
La muerte de nuestro Señor en la cruz del Gólgota es la verdad central de la Pascua: Jesucristo, el Cordero pascual. Es el mayor evento de todos los tiempos. Nunca antes y nunca después sucedió algo así. Cada vez que participamos de la cena del Señor, recordamos esto. Tenemos parte en Su sufrimiento, en Su muerte: ¡un tremendo derecho! En forma profética, esta Pascua del Señor ya se vislumbra en el primer libro de la Biblia. Cuando en aquella noche de muerte el pueblo de Israel tuvo que partir, de manera que la Pascua debía comerse apresuradamente, resplandeció también para nosotros una exhortación para los tiempos finales: “…y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová”. La participación de la mesa del Señor también contiene una importante exhortación a que estemos preparados. Algunos, sin embargo, se comportan como si su estadía definitiva fuese aquí en la tierra. Hoy más que nunca deberíamos estar preparados para la partida. En cuanto a la cena del Señor, 1 Corintios 11:26 dice: “…la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. Cuando Jesús regrese habrá pasado el tiempo de la Pascua, el tiempo de la gracia habrá acabado y nosotros partiremos para ir a su encuentro. ¡Pronto vuelve, muy pronto! ¿Realmente estamos preparados, como quienes están a punto de partir, para ir al encuentro de nuestro Señor? Si no celebramos la Pascua y la Cena del Señor con los ojos puestos en Su pronto regreso, entonces esta declaración es una verdad a medias: “La muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.
Por Peter Malgo