“Yo soy Jehová tu sanador”.
Éxodo 15:26
Seguramente, alguna vez ha suspirado en momentos de enfermedad, diciendo: “Señor Jesús, tú me puedes sanar. ¿Por qué no lo haces?”. El Señor no le dirá por qué, solo le dará la misma respuesta que le dio también al apóstol Pablo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). La salud no es el mayor de los bienes, pero, sin lugar a dudas, es un preciado regalo de Dios. El mayor de los bienes es el perdón de los pecados a través de la sangre de Jesús. Isaías 53:5 dice: “…por su llaga fuimos nosotros curados”. ¿De qué nos serviría morir con el alma cargada de pecado? Jesús quiere limpiar nuestra conciencia y regalarnos la salvación del alma. Podemos dirigirnos confiadamente al doctor celestial (Éxodo 15:26) si atesoramos la condición que se menciona en el mismo versículo: se trata de obediencia a Dios. El que espera sanidad por parte del doctor celestial debe estar dispuesto a poner en orden su vida. Si usted es un hijo de Dios y está enfermo, ¡nunca crea que el Señor ya no lo quiere, pues, por el contrario, no estaría enfermo! Si lo hace, el enemigo habría logrado sembrar la desconfianza en su corazón. Confíe en Jesús, pues Él lo ama con amor eterno y quiere hacer realidad su plan en usted: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11). El apóstol Pablo, probado en sufrimientos, dice: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Agradézcale al Señor por fe que también manifestará en usted esta gloria. ¡Así, lo estará glorificando y la bendición volverá a caer sobre usted!
Por Burkhard Vetsch