“Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”.
2 Timoteo 2:20-21
Como ejemplo humano de esto tenemos al apóstol Pablo. Bien al principio, tras su conversión, el Señor lo llama “instrumento escogido” (Hechos 9:15), o bien, “utensilio”. Se dejó transformar de un fanático ardiente en un útil discípulo de Jesús. Este cambio fue tan radical que el propio apóstol más adelante se compararía con una madre que amamanta, por la intensidad de su amor y preocupación hacia sus hijos espirituales. “Utensilios para usos viles” podrían describirse hoy día como tachos de basura. ¡Qué tremendo cambio! Independientemente de nuestro origen, nuestro grado de educación o nuestra vida mal usada: en Jesús somos una nueva criatura, lo viejo pasó, eh aquí todo es hecho nuevo. ¡Transformados de tacho de basura en alhajero! Qué tremenda invitación para hippies, punks, alcohólicos, engañadores, delincuentes o adúlteros, para un santurrón y para un ciudadano común, para místicos, ateos o científicos alejados de Dios. Nadie es propietario eterno de su salud, sus talentos, su tiempo y su vida. Por encima de todos está el Creador, a quien un día tendrán que presentar cuentas. ¿Y nosotros? ¿Nos dejamos purificar más profundamente, nos detuvimos o incluso hemos retrocedido? ¿Hemos de alguna manera vuelto a deslizarnos hacia el mundo? ¿Estamos a disposición del Señor para toda buena obra (a no confundir con esfuerzos religiosos para así ganarse el cielo)?
Por Reinhold Federolf