“Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir …”.
Jeremías 33:22
Jeremías, inspirado por el Espíritu de Dios, dice que las estrellas del cielo no pueden ser contadas. Pues esto sucedió en el siglo VII antes de Cristo. En aquel tiempo, los babilonios ya se ocupaban en la astronomía y sabían muy bien cuántas estrellas había. Un diálogo entre un astrónomo babilónico y Jeremías podría haber sido más o menos así: “¡Jeremías, qué insensatez lo que estás diciendo! Nosotros calculamos el número de las estrellas. Existen alrededor de tres mil, hasta podemos decirte cómo se llaman”. Jeremías seguramente se hubiese sonrojado con semejante prueba. ¿Cómo podría argumentar ante gente tan ilustre? “Lo lamento, tan solo comunico lo que Dios, el Señor, me ha dicho. Yo no sé cuántas estrellas hay en realidad, pero confío más en mi Dios que en los cálculos de ustedes”. En aquella época Jeremías, este hombre temeroso de Dios, realmente debe haber quedado como un tonto. Al fin y al cabo estaba claramente “demostrado” cuántas estrellas había. ¿Jeremías fue un creyente chiflado que cerró los ojos ante la prueba contundente de la ciencia moderna? En la actualidad lo sabemos mejor. Cuando aparecieron los primeros largavistas, se descubrió, de pronto, que hay muchas más estrellas. Luego llegaron los telescopios y ahora se cuenta con satélites. Pero el número de estrellas, aún hoy en día, apenas se puede estimar. Ningún hombre sabe cuántas hay realmente. De hecho, no pueden ser contadas. La ciencia una y otra vez se tiene que retractar –Dios nunca. Confíe, como en aquel entonces Jeremías, en Dios y en Su Palabra, pues en definitiva siempre tiene la razón.
Por Thomas Lieth