“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.
Ezequiel 36:26
¿Es este su problema, su grito de socorro por un nuevo corazón y un nuevo espíritu? Aquel que no puede con su propia vida y constantemente tiene dificultades con quienes lo rodean tiene una promesa en las palabras de este versículo. Ni el encontrarse a sí mismo ni la autorrealización ayudan a salir de los problemas espirituales. Ni un cardiólogo ni un siquiatra podrán ayudar, sino únicamente el médico celestial. Solo Él puede curar el endurecimiento del corazón. ¡Vayamos a su consulta! Es cierto que destapará sin miramientos un terrible estado, el cual debemos aceptar: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). No hay otra opción: ¡el corazón tiene que ser cambiado! Jesús le dijo a Nicodemo: “es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). 1 Juan 1:9 nos muestra el camino para hacerlo: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Si usted quiere agradar a Dios, haga de la oración de David su propia y sincera oración: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Jesús promete: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Nadie que con sinceridad pide la renovación de su corazón se va vacío, pues Dios es fiel y escucha la oración. Hágale un amplio espacio en su corazón, para que “…habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor…”. ¡Él lo hace gustosamente por amor a usted!
Por Burkhard Vetsch