“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Romanos 6:11
Hace algún tiempo, estuve ante el lecho de un difunto. Esos son momentos imborrables. Aquel, que hacía poco aún vivía, trabajaba, argumentaba y suspiraba, yace ahora sin vida. Un cadáver ya no peca. Desde el punto de vista espiritual, este es el secreto para vencer al pecado. Ya que existe una única posibilidad de liberarse del pecado, es decir, con la muerte, la Biblia nos enseña que en la muerte de Jesús estamos todos incluidos. ¡Pero esto solo lo alcanzaremos por fe! Pablo dice que nos consideremos muertos a nuestra vieja vida. O dicho en otras palabras, que nos contemos por muertos. Esto no es una contradicción. El que cuenta con algo se basa en los hechos. En la Biblia de las Américas, el Salmo 40:17 dice: “el Señor me tiene en cuenta”. Él se preocupó por la cuenta de nuestras deudas. Nos compró por un alto precio. Tras muchos intentos fallidos de luchar contra determinados pecados, Dios me dejó en claro lo siguiente: “…los designios de la carne (…) no se sujetan (…) ni tampoco pueden” (Romanos 8:7). No pueden mejorar. Por eso es en vano tratar por uno mismo de liberarse de las ataduras. Dios quiere que nos identifiquemos con Jesús en la cruz y nos apoyemos en aquello que Él ha logrado. En el griego, un discípulo es un mathetes, uno que aprende a contar. Cuando la tentación se aproxima, sabe lo que hay que hacer. En esos casos no sirven ni un acto de fuerza, ni tampoco un “soy demasiado débil”, sino la fe que toma en cuenta lo siguiente: “Morí al pecado, por tanto, puedo obedecer”. ¿Quisiera dar este paso de fe para “la obediencia a la fe” (Romanos 1:5; 16:26)?
Por Eberhard Hanisch