“Dormid ya, y descansad”.
Mateo 26:45
Jesús estaba con los suyos en el huerto de Getsemaní. Hacía solo un rato, sus discípulos, sobre todo Pedro, le habían asegurado que pasara lo que pasara, permanecerían a su lado. Pero ahora había entrado la noche, no solo física. El alma de Jesús estaba triste hasta la muerte. Las sombras de la muerte se habían posado sobre su alma. Lo único que le quedaba por hacer era clamar con insistencia a Su Padre. Tres veces oró por lo mismo, pero cada una de estas oraciones finalizaba con las palabras: “…pero no sea como yo quiero, sino como tú” (v. 39). Después de cada oración tuvo que ver que sus discípulos lo habían dejado solo. Mientras Jesús profundamente angustiado les decía “dormid ya, y descansad” (v. 45), fue traicionado por Judas y entregado en manos de sus perseguidores. Poco después podemos leer: “Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” (v. 56). Lo que Jesús pide de nosotros no es entusiasmo, no son promesas. Pues de nada sirve que en nuestras oraciones confesemos seguir al Señor a donde quiera que Él vaya, cuando en realidad en el momento decisivo nos echamos atrás. El descanso físico es necesario. Pero nunca debemos volvernos perezosos. No hay nada peor que caer en el sueño espiritual. Cuando Sansón dio a conocer la fuente de su extraordinaria fuerza, el enemigo esperó a que se durmiera, y entonces todo sucedió. Él perdió lo mejor. Jesús les habló a sus discípulos, diciendo: “…quedaos aquí, y velad conmigo” (v. 38). Ese también es el sentir de Pablo cuando habla acerca de padecer juntamente con Él (Romanos 8:17). No hay quien siga el llamado de Dios y esté exento de esto.
Por Peter Malgo
2 Comments
Me encanta leerlos me alludas amo ansiedad
Dios le bendiga.
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