“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”.
Ezequiel 22:30
Dios quiso ser misericordioso con su pueblo Israel, pero buscaba la colaboración de un hombre. Pero qué tragedia: Dios no pudo hallar a ninguno a través del cual pudiera llevar a cabo su planificada obra de amor. Y como Dios no encontró a ningún hombre, no pudo realizar el acto de misericordia. En el versículo 31 de Ezequiel 22 leemos: “Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor”. ¿No nos muestra esto, de manera sumamente clara, que Dios quiere utilizar al hombre para hacer sus obras? ¡Y esta es la manera de obrar de Dios también en la actualidad! Cuando en 1 Timoteo 2:4, por ejemplo, leemos: “…(Dios) quiere que todos los hombres sean salvos…”, entendemos entonces que esta es, en primera instancia, la voluntad de Dios y su obra, eso está claro. Pero somos nosotros quienes debemos hacer su voluntad evangelizando al mundo. O pensemos en las declaraciones de Jesús en Mateo 9:37-38, donde dice: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. El Señor habla aquí claramente acerca de una gran cosecha que tiene que ser segada con urgencia, pero no dice que Él lo haría. Nosotros debemos hacerlo poniéndonos a su servicio, ya sea orando o trabajando. Dios hace su obra, pero Él siempre busca hombres voluntariosos y obedientes que permitan que los llame a la obra. ¿Estamos preparados para ello?
Por Marcel Malgo