“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.
Mateo 7:7
En teoría, todos sabemos esto muy bien, y aún así utilizamos tan poco el poder de la oración. ¿No hemos ya experimentado todos alguna oración contestada? ¿Cuál es entonces el motivo por el cual oramos tan poco? A través de la oración, el Señor nos obsequió una oportunidad práctica e ilimitada de mover Su mano. En Santiago 4:2 leemos: “…pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. En el nombre de Jesús, podemos importunar con ruegos al cielo. Dios nos escuchará, eso de seguro. Pensemos también en el ejemplo que nos da Jesús en Lucas 18:1-8: la viuda llega de día y de noche con su súplica al juez injusto, hasta que este, para al fin volver a recobrar la paz, le hace justicia. ¿No es este un mensaje importante para nosotros? Podemos rogar incesantemente a Dios, hasta que hayamos alcanzado la respuesta. ¿Cuántas veces debe haber pasado que a tan solo unos pasos de llegar a la meta, dejamos de orar, porque aparentemente nada sucedía? Cuando en realidad alguna cosa ya se había puesto en marcha en el mundo invisible para que nuestra oración fuese contestada. A menudo se escucha de los hijos de Dios la tan espiritual declaración de que tal o cual cosa no debe haber sido la voluntad de Dios. Pero el motivo real, sin embargo, podría haber sido que se dejó de orar demasiado pronto. Más de una vez el Señor Jesús dice que pidamos y Él escucha: “…pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). Por lo pronto, debemos buscar el rostro del Señor y llevar con fe ante Él nuestro pedido, tal como lo expresa claramente la carta de Santiago. Volvamos hoy de nuevo con fe a persistir en la oración. ¡Nuestro Dios escucha las oraciones!
Por Conno Malgo