“Permaneced en mí, y yo en vosotros”.
Juan 15:4
En Juan 15 el Señor utiliza la conocida imagen de la vid y sus pámpanos. Cuando creímos, aceptando a Jesús en nuestro corazón y vida, nos convertimos mediante la obra del Espíritu Santo en un pámpano de la vid, en un miembro de Su cuerpo, en una oveja del buen Pastor. Como pámpano silvestre e inútil, fuimos injertados en la vid verdadera. “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9). Esta comunión significa en la práctica un compartir mutuo, un dar y recibir. ¿Qué dice Dios con respecto al pámpano silvestre? El pámpano que está separado de la vid no tiene valor, es inservible. Nadie puede hacer cosa alguna con la madera del pámpano, pues no sirve. En Ezequiel 15 leemos: “¿Tomarán de ella madera para hacer alguna obra? ¿Tomarán de ella una estaca para colgar en ella alguna cosa? He aquí, es puesta en el fuego para ser consumida” (versículos 3-4). Aprendemos de esto lo vital que es para nosotros, hombres débiles, permanecer en Jesús. ¡Qué comunión tan íntima quiere tener el Señor Jesús con cada uno de nosotros! Por nuestra parte es necesaria una confianza continua y un sincero querer. Tampoco debemos tolerar ningún pecado consciente en nuestra vida. Solo así podremos dar fruto. Permanezcamos en Él y dejémonos purificar más y profundamente de todo egoísmo, para que Él pueda obrar a través de nosotros. El viñador busca fruto en nosotros. ¿Lo encontrará? Depende de la decisión que tomemos hoy y cada día de nuestra vida. ¿Cuál será su decisión?
Por Dieter Steiger