
“Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios”. Génesis 32:2

Después de veinte años de haber estado Jacob al servicio de su tío Labán, se abrió para abandonar Mesopotamia y volver a ir a Betel. Al inicio de su viaje había tenido aquel milagroso encuentro con los ángeles de Dios, de los que leímos en el pasaje correspondiente a este día. ¿Por cuál motivo habrá tenido Jacob este encuentro? Seguramente hay más de una respuesta, pero un motivo que quisiera subrayar es especialmente maravilloso: Jacob recibió esta preciosa fortaleza celestial, porque él – para decirlo sin rodeos – la necesitaba urgentemente, pues había emprendido un camino largo y arduo. ¡Cómo debe haber animado a Jacob recibir una prueba tan clara y contundente de la majestuosa presencia del Señor! ¡Y cuánto nos puede animar a nosotros en este día esta misma realidad! Pues Jacob experimentó en aquel momento justamente lo que Jesús nos prometió en Mateo 28:20, cuando dijo: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Tenga usted también bien presente en este día que como hijo de Dios no tiene que dar ningún paso a solas, pues cada uno de ellos está siendo controlado por un Dios fuerte que está en los cielos. Créalo, sobre ningún camino que transite está solo. Pues en el Salmo 34:7 también está escrito: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. Pedro experimentó esto mismo. Después de haber sido liberado tan maravillosamente de la cárcel de Herodes, testificó: “Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes” (Hechos 12:11). Usted también puede experimentar de esta manera a su Dios – hágalo hoy.
Por: Marcel Malgo