“Entonces de su presencia (de Dios) fue enviada la mano que trazó esta escritura. Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN”. Daniel 5:24-25
El rey Belsasar no aprendió de las lecciones de la vida de su padre Nabucodonosor. No glorificaba a Dios, sino, por el contrario, blasfemaba contra Dios. Así llegó este anuncio de juicio que Daniel le tuvo que explicar. Su reinado fue contado, es decir, que se le pondría un fin. Belsasar, su vida y sus acciones, fue pesado y hallado falto. Su reino le iba a ser quitado y entregado a otro. Estos versículos dan que pensar. Ellos muestran que Dios lo ve todo, lo sabe todo y no olvida nada. ¿Qué es lo que ve Dios en nuestra vida? ¿Es una vida consagrada a Dios y gobernada por Él? ¿O es una vida donde el YO ocupa el trono? Todos moriremos algún día, si es que el Señor no viene antes. Pero con esto no termina todo. Según 1 Corintios 3:12-15 habrá un juicio en el cual cada cristiano recibirá un premio o sufrirá pérdida de acuerdo a sus obras. ¿En qué grupo nos encontraremos nosotros? ¿Pesados y hallados faltos? Qué trágico sería que también sobre nosotros tuviera que decirse PERES (entregado a otro, v.28). Si estando aquí no hacemos lo que Dios espera de nosotros, tal vez nos tenga que dejar a un costado de manera que otro tome nuestro puesto. La palabra de Jesús en Lucas 9:62 es seria: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Seamos siervos humildes y fieles en aquel lugar donde Dios nos ha puesto, pues nuestro Señor vuelve pronto: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).
Por Stephan Beitze.