“Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”. 2 Corintios 5:19
¿Nuestros pecados realmente son perdonados tras una confesión sincera? La Sagrada Escritura responde esta cuestión de diferentes maneras. No son los sentidos los que determinan este asunto, sino la Palabra de Dios. En 1 Juan 1:9, por ejemplo, dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Esta palabra lisa y llanamente nos dice que Él nos perdona los pecados que hemos cometido y nos limpia de toda maldad. Dicho en otras palabras: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25). El rey David, jubiloso, expresó en el Salmo 32:1-2: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”. En otra parte utiliza una imagen impactante para el perdón de los pecados: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmos 103:12). Si aún no tiene la convicción de que sus pecados fueron perdonados, escuche por favor las siguientes palabras de la Escritura: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado…? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:18-19). ¡Cuánto consuelo nos dan las fieles promesas de Dios! Pero el perdón solo es posible por la vida que Su único y amado Hijo dio voluntariamente a favor nuestro.
Por Walter Dürr.