
“…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.
Mateo 11:29

Este versículo y los relacionados con él son la esencia del caminar con Cristo. Es importante que una y otra vez recordemos de quién debemos aprender y quién es nuestro gran ejemplo. Cuanto más alejados estemos de la fuente y bebamos de ella, menos clara será el agua. En el reino de Dios hubo muchos hombres ejemplares. Sin embargo, el gran maestro, del cual debemos aprender, tiene que seguir siendo Jesucristo; de no ser así, comenzará a entrar sigilosamente el espíritu del partidismo y de división, acerca del cual ya se había lamentado Pablo. Cuánta inquietud, disputa, división y hasta guerras podrían haberse evitado en la cristiandad si se hubiese aprendido más del maestro y no tanto de sus alumnos. Jesús dice significativamente y en manera introductoria que el Padre escondió estas cosas de los sabios y los entendidos y se las reveló a los niños (Mateo 11:25). Si nos agobian los problemas y las cargas que nos trae la vida, hay muchos caminos para resolverlos. Pero solo uno trae paz al alma, y es aquel en el cual aún estamos dispuestos a llevar una “carga” más: el yugo del Señor Jesucristo. Esto parece ilógico, y por eso muchos siguen de largo en busca de una ayuda auxiliar. El yugo está para unir y para compartir la carga. Jesús es el que quiere compartir con nosotros la carga. Él nos fortalece, lleva el yugo, y de esa manera se nos hace fácil y liviano. A nosotros nos significa que debemos caminar con Él y mantener el paso, porque si no el yugo nos comenzará a apretar y a doler. El “caminar con Él” nos tiene que hacer semejantes a Él, es decir, apacibles y humildes. Solo así permaneceremos en un paso armónico con el Señor y hallaremos la paz para nuestro espíritu.
Por Fredi Winkler.