“Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán. Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad *”.
Proverbios 3:1-3
Alimentación sana, ejercicio, vitaminas… ¡Qué no hace el hombre por alargar su vida! Pero el camino más seguro para lograrlo es poco atendido. ¿Qué más podríamos desear que tener larga vida, buenos años, paz y que la misericordia y fidelidad de Dios nunca nos dejen? El libro de los Proverbios está lleno de esta clase de filosofía divina, que Dios nos ofrece como cheques en blanco y que nosotros podemos cobrar mediante la obediencia a la fe. Las verdades fundamentales divinas de los proverbios no son solo adornos poéticos, sino verdades que haríamos bien en apropiárnoslas. Guardar sus mandamientos tiene las mayores promesas, sin embargo, muchas veces esto es descuidado y desatendido. Las lamentables consecuencias no tardan en llegar. La paz en el mundo, también la paz interpersonal, depende, según la Palabra de Dios, del guardar sus mandamientos. Lo dice Isaías en el capítulo 48:18: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar”. ¡Qué poderosa y a la vez sencilla es la Palabra de Dios! El capítulo 15 del evangelio de Juan tiene el mismo sentir, en él Jesús habla acerca de la permanencia: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Se puede filosofar mucho acerca de a qué se refiere esto, pero Jesús mismo dice clara y sencillamente en el versículo 10: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor…” En este “permanecer” reside la mayor bendición.
Por Fredi Winkler.
*Cabe destacar que la traducción en alemán dice: “Nunca se apartarán de ti la misericordia y la fidelidad” (N.del T.).