“Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas”.
1 Samuel 28:6
Varios de los canales de comunicación con Dios estaban bloqueados. Dios ya no respondía. Ya no había conexión. Ahora el gran rey dependía de sí mismo. En esta crisis se manifiesta algo: la quiebra espiritual de Saúl. Pero en vez de buscar el motivo del silencio de Dios y cuestionarse a sí mismo, emprende el camino que lo alejará aún más de Dios, el camino de la carne. En este caso, significa concretamente: idolatría y hechicería. Un desliz trágico hacia la religión del callejón sin salida y de la desesperación: el espiritismo. ¿Qué había en el camino? ¿Qué cosa bloqueaba su comunión con Dios? Desobediencia y haberse metido con lo prohibido de los mandamientos y las ordenanzas de Dios. ¿No pretendemos muchas veces también nosotros ser más justos, listos y rápidos que Dios? A menudo nos conformamos con demasiado poco o con un sustituto. La situación se agrava si volvemos a acceder a los ofrecimientos del mundo. Es por eso que el Espíritu de Dios obra en nosotros para que podamos dar marcha atrás. En Saúl nunca hubo un “tratamiento de raíz”. La Palabra de Dios es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir…” (Hebreos 4:12) – ¿resistimos o salimos corriendo? Hoy día muchos prefieren el tratamiento del sentimentalismo puramente superficial u ocultan las ataduras a sus pecados favoritos. Si un rosal injertado está demasiado debilitado, de pronto vuelven a brotar retoños silvestres. ¿Vivimos y reaccionamos realmente como “nuevas criaturas”? ¿Está en orden nuestra comunión con el Señor? ¿Procuramos andar en santidad? ¿Le entregamos nuestra voluntad a Él?
Por Reinhold Federolf.