
“No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció”.
Romanos 11:2

Qué declaración tan clara. Israel es y seguirá siendo el pueblo de Dios. El cristianismo no ha ocupado el lugar del judaísmo, sino que por un tiempo ha sido introducido. La declaración de Pablo concierne a nuestro tiempo. En Levítico 26:44 el Señor deja en claro: “Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios”. No es posible desheredar a Israel, ni aun el Señor mismo lo hace. Por el contrario, Dios se ha ligado a Israel por siempre. Su promesa a este pueblo es más fuerte que todas las equivocaciones y toda la incredulidad de Israel. En definitiva, Dios los guiará de manera que “…todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad” (Romanos 11:26). Podrán sucumbir otros pueblos, pero el Señor no dejará de cumplir su promesa hecha a Israel. Wilhelm Busch dijo: “Es necesario recordarlo: El antisemitismo es una bofetada a la elección de Dios. Si una nación se quiere aniquilar a sí misma, solo es necesario que se vuelva antisemita, eso alcanza y sobra”. Israel es importante porque tiene un significado en la historia de la salvación y en la de los últimos tiempos. Cuando Jesús vuelva, lo hará al Monte de los Olivos, el cual está ubicado delante de Jerusalén. Él es el Rey que un día, desde Israel, gobernará toda la tierra. ¿Ora usted usualmente por Israel? Esto está ligado a una gran promesa: “Pedid por la paz de Jerusalén; Sean prosperados los que te aman” (Salmos 122:6).
Por Norbert Lieth