“…sufridos en la tribulación…”.
Romanos 12:12
La Biblia habla mucho acerca de que los hijos de Dios deben pasar por diversas tribulaciones. Es algo que forma parte obvia de la escuela del discípulo, del trabajo del alfarero con el barro. ¿Cómo actúo en las dificultades y las pruebas, ya sean físicas o espirituales? El Señor quiere que sus hijos salgan de ellas triunfantes. Por eso Él nos da todo para que venzamos. Absolutamente todas las tribulaciones son “temporales”, o sea, que pasarán y no tienen peso en comparación con la gloria venidera (Romanos 8:18). Sí, existe un nexo entre la tribulación presente y la gloria eterna: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). Ninguna dificultad es mayor que nuestro Ayudador y ninguna prueba sobrepasará nuestra resistencia (1 Corintios 10:13). El Señor conoce perfectamente la resistencia de cada uno de sus hijos. Nunca nos carga más de lo que podamos resistir. La tribulación además hace surgir en nosotros importantes virtudes: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:3-5). La tribulación es una etapa necesaria de crecimiento en el camino hacia la madurez espiritual. Niños en la fe no pueden llevar mucho peso; jóvenes, en cambio, son más fuertes. Por eso la tribulación es parte de la vida cristiana, para que nuestra fe pueda ser probada y el fruto del Espíritu Santo pueda crecer. Aceptemos la tribulación momentánea y resistamos con paciencia hasta que el Señor nos libere de ella. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
Por Dieter Steiger