“Vosotros, pues, oraréis así: (…) Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
Mateo 6:9-10
En esta oración vemos que el Señor le enseña a sus discípulos lo que debe ocupar el primer lugar en nuestra vida. No se trata en primera instancia de que se realicen nuestros sueños y planes, sino de que Su voluntad pueda cumplirse a través de nuestra vida y así pueda ser edificado su reino. En la construcción del reino de Dios no hay espacio para la voluntad propia del hombre. Pues nuestro maestro de obra celestial ordena las cosas, para cada uno de nosotros tiene un lugar y Él determina el trabajo que quiere hacer mediante nosotros. Quien ha nacido de nuevo, tiene que someterse a su santa voluntad. Esa es la responsabilidad de cada discípulo de Jesús, al cual Él ha comprado con su preciosa sangre. En la Iglesia de Jesús, sin embargo, se refleja hoy día reiteradas veces la misma imagen que en el tiempo de los jueces de Israel: “…cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 17:6), o sea, que no se hacía lo que era correcto ante los ojos de Dios. Jesús nos advierte muy seriamente: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23). El Señor en su misericordia quisiera antes bien expresar las siguientes palabras acerca de los suyos: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21). ¿Quién gobierna su vida?
Por Werner Beitze