“Y (Jacob) tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”.
Génesis 28:17
Jacob expresó estas palabras luego de que se mostrara aquella gloriosa escalera al cielo, sobre la cual los ángeles de Dios ascendían y descendían. ¿Pero fue solo esta revelación la razón por la que expresara estas palabras? No, antes bien fue la promesa que le fue dada al contemplar la imagen. Dios mismo le habló: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Génesis 28:15). Naturalmente, el haber visto esta escalera al cielo fue muy impactante para Jacob, pero cuando el Señor le dio esta maravillosa promesa, se le abrió el cielo en el sentido más amplio de la palabra. Aquí también encontramos la única respuesta correcta a la interrogante sobre el significado de la expresión “cielo abierto”: se trata de cada promesa de la Palabra que es leída y aceptada por la fe. Ni las experiencias sobrenaturales y emotivas, ni las visiones o sueños representan el “cielo abierto”, sino únicamente las promesas de la Palabra. Tampoco lo son los conciertos de pop cristiano, con luces y efectos de humo, sino sencillamente la lectura y aceptación de la Palabra por la fe. Cada vez que un hijo de Dios recibe un gran gozo interior debido a una promesa de la Biblia, allí, donde la luz de la Palabra de Dios iluminó un corazón oscuro, allí se ha abierto el cielo. ¿Puede haber algo más maravilloso que el hecho de que podamos escuchar hablar a Dios?
Por Marcel Malgo