“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.
Efesios 1:7
Tres personas llegaron a una iglesia en busca de ayuda y perdón. La primera era un hombre de negocios que había fracasado totalmente y estaba a punto de quitarse la vida. La segunda era un joven lleno de ideas, pero que no estaba conforme con su sueldo, de manera que estaba planeando robarle a su jefe. La tercera persona era una joven mujer de costumbres irresponsables y comportamiento frívolo. El coro se levantó y cantó una canción acerca de la construcción de las murallas de Sion. El predicador hizo una oración elocuente y predicó sobre el tema “Justicia social en la política y el Estado” –piedras en vez de pan. El hombre de negocios se suicidó, el joven robó y terminó en la cárcel, y la mujer volvió a su antiguo estilo de vida. En resumen: Jesucristo, el Hijo de Dios, el que quiere perdonar los pecados y dar vida eterna, tiene que ser el tema fundamental de cada predicación. Sin perdón ningún pecador podrá jamás ir al cielo. Para eso vino Jesús a la tierra, quien hizo de su muerte en la cruz y resurrección el tema más importante de la historia de la humanidad. La presencia de Dios a través de Jesús en el mundo nos ofrece el perdón absoluto, si nosotros nos dirigimos a Él y le llevamos todos nuestros pecados. Debido a esto, la decisión de una persona a favor de Cristo es la más importante que se puede tomar. Es el paso más crucial de toda la vida, con consecuencias de peso para la eternidad. Jesucristo vino para santificar al pecador y darle vida eterna. ¿Ya ha tomado esta decisión?
Por Norbert Lieth