“Su entendimiento no hay quien lo alcance”.
Isaías 40:28
“Él cuenta el número de las estrellas; A todas ellas llama por sus nombres”.
Salmo 147:4
¡Qué inimaginablemente grande debe ser nuestro Dios! Nosotros, hombres mortales, solo podemos inclinarnos ante el Dios eterno: “He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener” (1 Reyes 8:27). En uno de los versículos del día leemos que Dios conoce cada estrella por su nombre. Este único hecho ya nos debe guiar a la adoración. Una y otra vez los científicos descubren nuevas estrellas. Se desarrollan telescopios cada vez más potentes para ver el espacio, con los cuales se descubren galaxias aún más lejanas. Pero a todos estos luminares del cielo –cuya cantidad ya ahora es inimaginablemente grande– Dios los llama por sus nombres. Naturalmente, también incluye aquellas estrellas, de las cuales el hombre aún no tiene conocimiento. Tan grande es nuestro Dios, y su entendimiento es ilimitado. Tratemos de imaginarnos por un momento el hecho de que este Dios no tiene principio ni fin: es el Dios eterno. Para nuestro entendimiento esta idea ya es demasiado profunda. ¿Acaso no deberíamos confiar en este gran Dios? Si le entregáramos todo el derecho de disponer de nuestra vida según su parecer, viviríamos mucho mejor. Solo debemos entregarnos completamente a Él, es decir, debemos entregarle cada área de nuestra vida, sin excepciones. El Señor es tan grande que desea dirigir su vida y la mía hasta en los detalles más pequeños. Si confiamos en Él, nos sorprenderá su maravillosa guía, la cual va más allá de nuestras peticiones y de nuestro entendimiento. Hay cosas que tal vez recién comprendamos más adelante, pero sin lugar a dudas, en la eternidad las entenderemos. Por eso queremos entregar nuestra vida hoy nuevamente y por completo en Sus manos, pues entonces todo andará bien.
Por Conno Malgo