
“Acerquémonos…”.
Hebreos 10:22

El consultorio de Dios siempre está abierto. Esa es una realidad maravillosa. No hay tiempo ni lugar que nos separe de la posibilidad de acudir a Él. En horas de angustia e incertidumbre, no nos atormentaremos en una sala de espera. La visita a un médico muchas veces requiere de una gran cuota de paciencia. Pero eso no sucede con nuestro Señor. La Biblia simplemente nos exhorta: “Acerquémonos”. La llave de acceso es la fe: “Acerquémonos (…) en plena certidumbre de fe”. Sin fe es imposible agradar a Dios. Sin fe nosotros mismos nos cerramos el camino hacia Dios. Sin fe no encontramos el acceso. Solo la mirada de fe nos lleva seguros hacia Él. Uno de los encuentros más impactantes que tuvo el Señor Jesús es aquel de la mujer que sufría flujo de sangre. Su enfermedad era incurable. Seguramente, esta mujer había esperado en vano varias horas en la sala de espera de los doctores. Dice que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y aun así no había encontrado la cura (hasta que se acercó a Jesús). Y eso era tan sencillo: “Se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto” (Lucas 8:44). El paso de fe de esta atribulada mujer la llevó a una inmediata y absoluta sanidad. Sin embargo, no en cada caso tiene que haber necesariamente una solución práctica a la necesidad. Es probable que el problema permanezca, pero entonces ya no será nuestro, sino Suyo. Sabemos que Él siempre nos ayudará, aunque no siempre sabemos si nos sanará. De cualquier manera, Él siempre interviene para nuestro beneficio eterno –sanidad de espíritu y alma. En todo tiempo podemos acceder a Su persona. Si acudimos a Él con fe, su misericordia y maravillosa gracia habrá de cubrirnos. Pero debemos hacer nuestra parte, depende de nosotros.
Por Peter Malgo