“Y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo”.
Mateo 20:4
Con estas palabras, el Señor Jesús exhorta a cada cristiano a colaborar en la viña del Señor. Incluso promete un salario, aunque deberíamos ponernos a su disposición por amor a Él, quien tanto ha hecho por nosotros, sin esperar nada a cambio. En definitiva, que Él nos quiera usar es un privilegio que nos otorga, ya que no somos personas que lo merezcamos. El Señor siempre es justo: “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (Hebreos 6:10). En Apocalipsis 22:12, el Señor ascendido igualmente habla acerca de una recompensa: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. No es la necesidad ni el hecho de que la gente se pierda lo cual nos llama a colaborar, sino que es el Señor mismo. Jesús nos redimió de este mundo con su sangre preciosa y nos hizo su posesión para que estemos a su disposición en su obra mundial. Él nos rescató del mundo para que en el poder de Dios sirvamos a este mundo. Él pagó el precio de nuestro rescate y, por tanto, somos posesión suya, debiendo permitir que Él decida sobre nuestra vida. No existe servicio más sublime ni una vida más recompensada. Según voluntad de Dios debemos servir, dando a conocer entre los hombres las virtudes de Aquel que nos ha llamado (1 Pedro 2:9). Si el Señor encuentra en nosotros la disposición de servirle, podrá usarnos de manera maravillosa. Podemos confiar nuestra vida a un Señor amoroso y fiel. Confíele la suya de todo corazón.
Por Werner Beitze