
“Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; La diestra de Jehová hace proezas”.
Salmos 118:15

¿Qué “voz” o “canto*” elevamos en nuestra familia? ¿Un lamento o una alabanza? ¿Entonamos la vieja canción o la nueva? ¿Nos perdemos en la autocompasión y murmuramos o se nos escucha cantando canciones de victoria? El salmista nos da una buena receta para enfrentar aquellas experiencias repentinas y poco agradables, que rápidamente desencadenan dentro nuestro toda una horda de pensamientos y sentimientos negativos: canta acerca de la victoria de Jesucristo. Porque tan pronto como pongamos nuestra mirada en el Señor y en su obra consumada y perfecta a nuestro favor, los problemas y las pruebas pierden su efecto desalentador, de manera que por fe y fundados en la Palabra podamos mantener la calma. David testificó aún bajo la ley: “En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se alegrarán” (Salmo 34:2). Cuánto más motivo tenemos nosotros de cantar, quienes vivimos bajo la gracia. Cada pareja de creyentes, cada familia, cada cristiano está llamado a ser fortaleza de una fe victoriosa, en la cual todos los “dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16) reboten ineficazmente. Cuánta atracción ejerce un hogar así, en el cual se glorifique al Señor, quien ha vencido en la cruz a nuestro enemigo (Satanás, el mundo y la carne). En este día volvamos también a tener muy en cuenta esta otra exhortación, a que estemos “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:19-20). Pongamos en práctica este consejo: agradecer nos guarda de caer, y alabar nos eleva.
Por Dieter Steiger
* “canto”, como aparece en la traducción en alemán (N. del T.).