“Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?”.
1 Corintios 14:8
La trompeta es un maravilloso instrumento. Qué hermoso resuena y qué fuerza le da a las alabanzas para gloria de Dios. Sin embargo, se vuelve insoportable cuando es mal ejecutada. Una sola nota mal tocada se evidencia claramente, mucho más que, por ejemplo, en una guitarra. Cuando años atrás, en el cumpleaños del director de nuestra escuela bíblica, habíamos preparado una pieza musical, mi frustrado solo de trompeta destruyó toda la armonía. Desanimado tiré la toalla porque me di cuenta de que sin una práctica diaria no lograría avanzar. De las siete festividades que Dios instituyó a su pueblo Israel, la quinta, es la fiesta de las trompetas. Cada fiesta tiene su significado espiritual. En este caso recién puede reconocerse en relación con las fiestas que le siguen. Por lo general, en la Biblia la trompeta tocada por los sacerdotes anuncia el mensaje del Señor: “Pueblo de Dios, reúnete”. La fiesta de las trompetas prepara al pueblo como la primera de las fiestas para las siguientes: para el gran día de la conciliación y la fiesta de los tabernáculos. Israel, reconciliada con Dios a través de Jesús el Mesías, pronto celebrará la fiesta de la comunión con él. Jesús mediante su sangre nos hizo sacerdotes de Dios. Él colocó en nuestra mano una trompeta, por un lado, con el mensaje: “Reconcíliense con Dios”; por el otro: “Pueblo de Jesús, prepárate, pues pronto la trompeta de Dios te llamará a la eterna comunión con Él”. El mensaje por parte de Dios es muy claro y comprensible. ¿Pero la trompeta de nuestra vida proclama este mensaje con tanta claridad y precisión de manera que otros se preparen para la batalla?
Por Stefan Hinnenthal