
“Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsa llamada ciencia”.
1 Timoteo 6:20

La Biblia es la auténtica Palabra de Dios, que nos ha sido confiada. Todas las cosas terrenales, como la evolución, el esoterismo, la religión, la filosofía, las diferentes ideologías, la ciencia o lo que sea, empalidecen en comparación con el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Estas cosas terrenales están sujetas al tiempo y a las constantes modificaciones. Veamos un ejemplo: “¿Usted siente dolores en su lado derecho? Entonces tiene que ponerse paños fríos”, le dice el doctor al paciente. “Pero hace poco me dijo que debo protegerme del frío”. “Hace poco, hace poco”, se queja el doctor, “desde ese entonces la ciencia avanzó mucho”. De hecho, los últimos conocimientos de hoy mañana ya serán superados. Pero la Biblia permanece fiel a sus declaraciones –¡Irrevocablemente! Los cielos y la tierra pasarán, pero las palabras de Jesús permanecen eternamente. Esto no debería asombrarnos, porque definitivamente la Biblia es la Palabra de Dios, y siendo Dios eternamente inmutable, está por encima de todas las cosas terrenales. Así, ninguna ciencia terrenal puede siquiera asemejarse a la Biblia. Un poco de filosofía nos aleja de Dios, mucha filosofía nos hace volver a Dios. La ciencia superficial contradice la Biblia, la ciencia profunda la confirma. Un poco de religión desprecia el mensaje de la cruz. La búsqueda honesta de Dios conduce a la cruz. Su palabra dice en Jeremías 29:13-14: “…porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros”.
Por Thomas Lieth