“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.
Hebreos 13:5-6
Esta expresión, en primer lugar, fue un aviso por parte de Dios a su pueblo Israel, y una palabra personal a Josué por la tarea que tenía por delante. Aquí en la carta a los hebreos, el Espíritu Santo toma esta palabra para hacerla llegar personalmente a cada hijo de Dios como palabra de profecía y estímulo. Así como Dios le dijo a Abraham: “Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (Génesis 15:1), Él se da a cada uno de sus hijos. A medida que entendemos más quién es Dios para nosotros y todo lo que Él ya hizo en Jesucristo a nuestro favor, y lo que aún está dispuesto a hacer, estaremos más firmes e íntimamente apegados a Dios, confiando en Él en cualquier circunstancia. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Cuando la Palabra de Dios dice: “No te desampararé, ni te dejaré”, conlleva en su significado más profundo el hecho de que es imposible que el Señor deje tan solo a alguno de sus hijos, no permitiendo que nadie se pueda sentir con el derecho de decir que Dios lo abandonó. Con base en Su promesa, nuestro intranquilo corazón puede descansar, pudiendo decir: “El Señor es mi ayudador, no temeré”. No hay ninguna situación sobre esta tierra en la que Dios no tenga más que suficiente para sus hijos. La presencia del Señor y su poder absoluto son suficientes para cada momento de nuestras vidas. ¡Confíe usted también en el inalcanzable poder de nuestro fiel y amoroso Padre!
Por Werner Beitze