“Todo aquel que permanece en él, no peca…”
1 Juan 3:6
Los corazones en los que Cristo habita no pueden pecar deliberadamente, ya que dice en 1 Corintios 6:20: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. ¿Cuál es entonces el verdadero sentido de este “no peca”? Significa que como cristianos no podemos aferrarnos voluntariamente al pecado, ya que ser cristianos y a la vez estar en pecado son cosas incompatibles. El apóstol Juan es lo suficientemente realista como para escribir la siguiente oración: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). Por lo tanto, ambas cosas son ciertas. Por un lado, el claro y decidido “no” al pecado, y por el otro, el “tropezar accidentalmente”. Lamentablemente, lo último sucede demasiado seguido y tiene diferentes razones de ser. En primer lugar, se debe a que no siempre estamos tan cerca del Señor como debiéramos. Segundo, porque todavía tenemos un cuerpo carnal y vivimos en un mundo pecaminoso. Pero los cristianos, y esto es lo que debería llenarnos de gran gozo, son personas libres y no deben pecar más. Justamente aquí está el punto en el que somos desafiados. ¿Cómo me decido? ¿Dejo la vía libre a mis deseos y pasiones? ¿O aprendo por medio del Espíritu Santo, que vive en mí, a caminar en una nueva vida? En el corazón de un verdadero cristiano están las dos cosas, el anhelo de una vida en santidad, como también la tentación hacia el pecado. Eso es algo que las personas del mundo no conocen. La Biblia lo denomina como la lucha de la fe. Pelear esta batalla es nuestra tarea diaria, y vale la pena, porque la corona de la vida eterna le espera a los vencedores.
Por Samuel Rindlisbacher