“Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel”.
Números 14:8
La historia de los doce espías es un clásico ejemplo de cómo la incredulidad y la crítica, en fin, todo lo negativo, encuentra sus seguidores mucho más rápidamente que la fe, la confianza y el aferrarse a lo positivo. Josué y Caleb no negaron que podría haber dificultades en la conquista de la tierra, pero ellos veían los problemas con los ojos de la fe. Tampoco los otros diez espías negaron que la tierra era buena y productiva. Sin embargo, llegó el “pero” de la incredulidad: “No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido” (Números 13:31-32). Después de eso sucedió lo increíble: todo el pueblo se sumó a la crítica de los diez, y no se encontró ninguno que se uniera a Josué y Caleb. Hasta se pensó en regresar a Egipto y apedrear a los dos espías que se atrevieron a contar con la ayuda de Dios. ¿Cuál fue el misterio de la fe y de la valentía de Josué y Caleb? No dudaron que Dios cumpliría su cometido de llevarlos a la tierra de Canaán, y que lo que Él prometió no dependía de circunstancias externas. Los ojos de la fe logran ver más allá de los telones que infunden temor. Llenos de fe, estos dos hombres pudieron decir: “Su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Números 14:9). Este entusiasmo es lo que queremos aprender de Josué y Caleb, y cómo ellos contaron con la gracia del Señor.
Por Fredi Winkler