
“Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.
Hechos 1:11

Los discípulos, después de la muerte de nuestro Señor, tuvieron contacto con Él en varias oportunidades en los 40 días sucesivos. Al final de los mismos, estando en el monte de los Olivos, Jesús es tomado al cielo ante sus propios ojos. Luego de que pierden contacto visual con Él debido a las nubes, quedan como petrificados. Están tan estupefactos que dos ángeles vienen a sacarlos de su letargo. Hoy vivimos lo contrario. Desafortunadamente, en estos tiempos finales hay cristianos que caen en un letargo y pierden consecuentemente la visión correcta. No se dan cuenta de que la mano de Cristo ya está en el picaporte. Y cuando Él regrese de improviso, quedarán totalmente perplejos. Entonces, comenzará el gran asombro, y se repetirá lo que los ángeles le dijeron a los discípulos luego de la ascensión del Señor: “¿Por qué estáis mirando al cielo?”. En realidad, deberíamos preguntarnos: ¿Por qué estamos aquí parados, sin mirar hacia el cielo? Obviamente, no sabemos cuándo volverá Jesús, pero sí es seguro que regresará pronto. Por eso, es más que importante que estemos expectantes. Con la ascensión el Señor atravesó el mismo tiempo y desapareció a un lugar que para nosotros es inalcanzable. Allí Él está preparando nuestras moradas futuras. En el arrebatamiento, volverá por esa misma puerta, en las nubes del cielo. Atentamente contemplamos esa puerta y sentimos que ya ha puesto su mano en el picaporte. “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3).
Por Peter Malgo