En la mayoría de los casos, las personas que empiezan a ir al gimnasio le huyen a ejercitar las piernas. Hay variadas razones por las que este tipo de ejercicio no es tan popular.
- Como se trata de un gran músculo, el ejercicio de piernas provocará, al otro día, dificultad para moverse, sentarse, usar el baño. Te costará caminar con normalidad, casi te será imposible correr.
- Los músculos de las piernas no son tan llamativos como los bíceps, los tríceps, el pecho y la espalda. Las personas lucen mucho más estos músculos que los de las piernas.
- El realizar ejercicios de piernas demanda más carga física, ya que hablamos de los grupos musculares más grandes.
Si bien estos son algunos de los motivos por los cuales muchos se niegan a ejercitar las piernas, debemos entender que estos ejercicios deberían ser principales en nuestra rutina de entrenamiento.
Todos los días necesitamos tener piernas fuertes, ágiles y resistentes para la vida diaria.
Hace un tiempo, un amigo me contó cómo sufrió un desgarro al querer cruzar la calle. Resulta que, cuando la cruzaba, no se percató de que venía un auto. Al verlo, y para no tener que retroceder en su acción de cruzar la calle, mi amigo tomó la decisión de acelerar su paso con un pequeño trote. Esto terminó en un tirón en su pierna que evidenció un leve desgarro.
En la vida cristiana es muy importante ejercitar el tren inferior. La vida en Cristo nos desafía en todo momento, y es por eso que debemos estar preparados y ejercitados.
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:6).
Lo primero que debemos entender es que debemos andar como Cristo, caminar como Él, en el camino de Él.
El cristiano debe ejercitarse para caminar en humildad.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:5-8).
Cristo anduvo en humildad de tal manera que descendió del cielo, vivió entre nosotros y se entregó por nosotros para morir de una manera totalmente humillante y dolorosa. Claro que todo esto tenía un propósito supremo, que era pagar el rescate por el pecado de todo aquel que se arrepintiera y pusiera su fe en Él; pero eso no significa que le haya costado menos, por el contrario, él sabía que tendría que pasar por una gran tribulación de su alma, y lo hizo en favor de todos nosotros.
Todo el que se considere un verdadero cristiano pasará por tribulaciones al vivir a la manera de Cristo. Debemos entender que el mundo y el diablo no están de acuerdo con que seamos luz, y van a buscar apagarnos a cualquier precio.
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).
Seguir a Jesús es también decirse “no” a uno mismo.
- No al pecado que quiere nuestra carne.
- No a las malas compañías.
- No a la vanagloria.
Pero también debemos “tomar la cruz”. Ese elemento que nos muestra que debemos dejar la vida vieja, terminar con el ego y vivir en todo para Cristo (Gálatas 2:20).
Pero si hay algo urgente en lo que debemos ejercitar las piernas, es en arrodillarnos más.
“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lc. 6:12).
Así como Jesús, nosotros también debemos ejercitar nuestras rodillas para la oración, permaneciendo en comunión con Dios cada día y buscando su dirección en todo.
¿Estás ejercitando tus piernas en la fe?
Por Daniel Olivera