“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.
1 Juan 4:10
¿Podemos de alguna manera imaginar el tipo de prueba de amor que nos fue dada en la cruz del Gólgota? Casi supera nuestra imaginación: ¡Dios entregó a su único Hijo, quien no tenía errores! Lo más preciado que Él tenía lo arrancó de su corazón. ¿Y para quién? Para los perdidos, los pecadores, los delincuentes, los burladores, para lo menospreciado y sucio, para mentirosos e hipócritas, para asesinos y fornicadores, para usted y para mí. Y justamente por eso Dios es reprochado por muchas personas hoy en día: “¿Cómo puede Dios ser tan malvado, llegando a sacrificar a su Hijo?”. El mensaje de la cruz les parece totalmente brutal y malvado. Pero estas personas no comprenden absolutamente nada de este mensaje. Porque ese es el verdadero amor para con nosotros. ¿Usted cree que a Dios no le causó dolor? Él sufrió inimaginablemente cuando escuchó gritar a su Hijo amado desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Él aún hoy está sufriendo a causa de las personas que no se arrepienten y no quieren volver atrás de sus caminos equivocados. No estar dispuestos al arrepentimiento es horrible y una brutalidad hacia Dios, y significa patear con los pies la muerte de cruz de Cristo. Dios nos amó a nosotros, pecadores. Las personas pueden morir sin ser salvas, porque rechazan la oferta de salvación, pero no mueren sin haber sido amados. Sin embargo, Dios también se gozó en sobremanera sobre las palabras de Cristo: “Consumado es” (Juan 19:30). Y así también se goza hoy por cada persona que se arrepiente y que confía su vida a Jesucristo.
Por Thomas Lieth