“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Mateo 6:12
Jesús nos adelantó que la maldad tomará el control en el final de los tiempos: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). La culpa y la no reconciliación son los problemas número uno de la humanidad. Los mayores adelantos tecnológicos no traen la paz con la que todos sueñan. Nadie puede salir por su propia cuenta de la culpa en la que todos estamos inmersos. Isaías encontró la solución, y profetizó: “Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Por su amor hacia nosotros, nuestro Señor Jesús tomó el camino de sufrimiento y muerte hacia el Gólgota. Ahí en la cruz Él pagó con su sangre el pecado suyo y mío. ¡Qué gracia! Justamente esta gracia que nos aconteció nos condiciona a dar el mismo amor a quienes nos han hecho daño. Jesús exhorta: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). Nuestro perdón está unido a la condición de que también nosotros perdonemos a las personas que nos rodean, ya que Jesús nos enseña a orar: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32). Y “soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13). Bienaventurado aquel que perdona a sus hermanos en el nombre de Jesús, porque él también será perdonado.
Por Burkhard Vetsch