“Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos”.
Juan 2:2
Probablemente, había más invitados presentes de los que se había pensado. De pronto se quedaron sin vino. Para el novio, este hecho debe haber sido muy deprimente, ya que si los invitados se daban cuenta de esta carencia, él quedaría expuesto. Pero Jesús también estaba invitado. Él estaba presente. Donde comenzó la incertidumbre del anfitrión, comenzó la gloria del Hijo de Dios. Jesús repuso su necesidad de una forma milagrosa. Pablo lo confirma: “De tal manera que nada os falta en ningún don” (1 Corintios 1:7). Esa es una preciosa realidad. Nuestro Señor puede llenar nuestras faltas y carencias con su gloria. En Filipenses 4:19 está escrito: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Es indescriptible todo lo que nos perdemos si no prestamos atención al hecho de que Jesús siempre está presente.
Donde está Jesús, no hay necesidad.
Donde está Jesús, la oscuridad se desvanece y resplandece una clara luz.
Donde está Jesús, el temor y las preocupaciones huyen.
Donde está Jesús, el poder del enemigo está vencido.
Donde está Jesús, hay gracia sobreabundante.
Pero nosotros tenemos que imitarlo. Entonces cambiará todo. Una vida con Él es experimentar su gloria. Mantener el paso de Jesús, dejarlo actuar en nuestras vidas, nos ayudará a sobrellevar cualquier dificultad. Ningún Goliat nos podrá detener. Ningún obstáculo será insuperable. Pero Él debe estar allí. Él nos llevará por sendas que no conocemos. Él cambiará situaciones que nos parecen estar estancadas e inevitables. Él dice en Juan 14:1: “Creed en mí”.
Por Peter Malgo