
“Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”.
Juan 10:4

Está amaneciendo. Las ovejas todavía descansan. Un cerco provisorio rodea la pradera. Los animales están echados uno junto al otro. Más tarde, durante el día, se abre el cerco. El pastor va delante de las ovejas. De pronto se agacha, y allí, recostado, encuentra un pequeño corderito. Todavía no puede caminar. El pastor lo toma en sus fuertes brazos y lo carga mientras el rebaño continúa su lenta marcha. Así es Jesús, nuestro buen pastor. Él nos carga cuando no estamos en condiciones de caminar. Con nuestra conversión comenzó nuestra vida cristiana. Al principio, Él nos cargó hasta que aprendimos a caminar solos. Ser cristiano significa vivir en su rebaño, escuchar su voz. Pero ser cristiano también significa caminar junto a Él, adonde Él vaya. “Porque no tenemos aquí ciudad permanente…” (Hebreos 13:14). A veces nos lleva por caminos por los que preferiríamos no andar. Sin embargo, el buen pastor sabe que del otro lado del valle de sombra, hay una hermosa pradera y aguas frescas. Ser cristiano significa respetar los límites que el Señor nos pone. Cuando en la noche el pastor cierra el cerco alrededor del rebaño, es para su cuidado. ¡Ay de la oveja que se atreva a atravesar el cerco para huir hacia la oscuridad! ¿Reconocemos y respetamos los límites que nos puso el Señor? Juan nos dice sencillamente: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2:3). En otras palabras: si respetamos el cerco. Debemos hacernos diariamente la pregunta: ¿estoy en su rebaño? ¿Estoy del lado correcto del cerco?
Por Peter Malgo